El cadáver de Blancanieves © by NoemiDeCine
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Fuente: The WaltDisney Company
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La mujer que hoy está en el mundo
ya no tiene nada que ver con las princesas de los cuentos que nos contaban
cuando éramos niños. Esas princesas han muerto. No son ejemplo ni tan siquiera de
las novelas que podamos leernos a lo largo de nuestras desesperadas vidas. Nos
han hecho mucho daño esos relatos, la mujer en la actualidad se enfrenta a un
monstruo de tres cabezas llamado sociedad. Te miran si estás gorda, te critican
por estar delgada, si eres fea o guapa también importa y si tus expectativas de
futuro no consiguen asentarse entonces te marginan y te ves sumida en un túnel
oscuro sin ver esa ansiada luz al final de la que mucha gente habla y que a los
demás nos gustaría encontrar.
De muchas mujeres ya no les
quedan ni las ganas de seguir viviendo, por eso escuchamos noticias demasiados
trágicas como para pensar que son verdad, y lo peor de todo, es que lo son.
La vida es dura y estamos sujetos
a cambios constantemente, la libertad de expresión no se respeta, nos roban
nuestros propios bancos, luchamos día a día por llevarnos un trozo de pan a la
boca aunque sea sacado del cubo de la basura.
Hay muchas personas que se
levantan cada mañana y se sientan frente al ordenador buscando una oportunidad,
una historia que nunca llega. Nos ahogamos en el vaso de agua, ya no vemos si
ese vaso está medio lleno o medio vacío, simplemente se desborda, un maremoto
de ilusiones rotas nos envuelve en la lucha por encontrar un destino que nos
haga sentirnos mejor con nosotros mismos.
Nadie te pregunta si estás bien o
estás mal, todo el mundo está demasiado ocupado con su propio ego como para dar
importancia a aquello que siempre estuvo cerca. Hemos estado intentando encontrar una sonrisa
en un corazón desbocado, inquieto, ante la penumbra que vislumbraron esos ojos
en el pasado. Te apartan como si fueras un bicho raro.
No queremos halagos, ni tan
siquiera que nos guiñen un ojo para darnos confianza. Queremos sucesos veraces,
que alguien halle en nosotros ese éxito perdido que no encontramos. Profesionalmente el mundo está perdido y con él los
que no tenemos hueco en el encabezado de una nómina decente que nos permita no
pensar que estamos abrumados por una incertidumbre constante que nos hace
pensar que no llegaremos a ninguna parte.
Llamas a la puerta, te abren y el
brillo de tus ojos se torna en humo ennegrecido por las palabras que llegan a
nuestros oídos, esas que no muestran más que negatividad y rechazo.
Ya no luchamos por un mundo
mejor, sino por la esperanza de un sueño que es más que probable que nunca
llegue. ¿O quizá seas tú el preceptor de mi vida?
Me siento como el cadáver de una
princesa que creímos que reflotaría de las cenizas para ser feliz, solo que mis
huesos están marchitos por el paso del tiempo, y esa ansiada y próspera culminación, nunca
llega.
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